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Isabel Guerra Peñamaría, la conocida como monja pintora, creció en el seno de una familia bien situada económicamente. Hija única, nació en Madrid en 1947, y disfrutó de un ambiente familiar culto y refinado.

Sus primeros pasos con los pinceles, que le regalaron con una caja de óleos, los dio a la temprana edad de doce años, y lo hizo de manera espontánea y totalmente autodidacta. Fruto de su trabajo y constantes esfuerzos por aprender y progresar en su arte, fue su primera exposición en la madrileña sala Toisón. Tenía tan sólo quince años, y ya apuntaba maneras.

En aquella época asistía a todas las exposiciones que podía, y devoraba cuanto libro de Arte cayera a su alcance. Sus visitas al Museo del Prado eran frecuentes. Se quedaba largas horas admirando extasiada la obras de los grandes maestros de la pintura, absorbiendo detalles, técnicas pictóricas, aprendiendo.

A la edad de 23 tomó la valiente decisión de ingresar en el convento zaragozano del Monasterio de Santa Lucía, perteneciente a la Orden Cisterciense. Era un día 12 de noviembre de 1970.

La relevancia de la pintura de Isabel Guerra le ha valido ser nombrada Académica de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis y Académica Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Además, ha sido galardonada en múltiples ocasiones con importantes premios y medallas relacionadas con el mundo del Arte.

Su pintura hiperrealista denota una importante influencia de la técnica del pintor Velázquez. Los bodegones y retratos predominan en su obra. También muestra predilección por los personajes femeninos: mujeres del campo, niñas, situadas en ambientes tranquilos, hogareños y sosegados, o realizando tareas al aire libre. 

Su dominio de la luz es formidable. Consigue crear ambientes delicados, oníricos, rodeados de paz, casi místicos. En ocasiones recrea en sus pinturas pasajes bíblicos o temas religiosos.

En el año 2005 publicó en Barcelona su libro «El libro de la paz interior, pinturas y mensajes», editado por Styria, que dedicó a su Comunidad Cisterciense de Santa Lucía, en Zaragoza, y a su Madre Abadesa, María Pilar Millaruelo. El libro cuenta con una cálida  introducción de la pintora, e incluye 48 fotografías de sus cuadros, que acompaña de comentarios cargados de misticismo y sentido poético.

La cotización de la pintura de Isabel Guerra ha subido de forma constante a través de los años. Según los expertos, la obra de esta pintora constituye una interesante opción de inversión, debido a la calidad artística de sus cuadros y la escasez de estos en el mercado. Comprar un cuadro de Isabel Guerra no es sencillo, porque hay una fuerte demanda, y pocos poseedores de sus lienzos están dispuestos a vender.